La casa de la caridad by Ulrike Schweikert

La casa de la caridad by Ulrike Schweikert

autor:Ulrike Schweikert [Schweikert, Ulrike]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Por la noche, cuando Dieffenbach se sentó con Emilie a cenar, seguía pensando en Elvira Tondeau. Emilie apartó su tenedor, se levantó y fue hacia él. Se puso a su espalda y le echó los brazos al cuello.

—¿Qué te aflige? —preguntó—. Hoy estás más callado que de costumbre. ¿Un caso especialmente difícil?

Dieffenbach asintió. Después empezó a hablarle de su paciente. Emilie escuchó con atención. Comentó el parte con empáticas palabras y lo animó con su decisión. En efecto, era demasiado inteligente para apaciguar sus dudas o limitarse a halagarle. Disponía de suficiente juicio médico como para comprender sus reflexiones. Él tenía que sopesar los riesgos y los beneficios de los distintos métodos y elegir lo mejor para la paciente. Después hacía falta tener buen pulso y la audacia para llevar a cabo la operación lo más deprisa posible, a fin de que la joven no sufriese innecesariamente. Y después también era necesario un poco de suerte o la ayuda de Dios, a fin de que la gangrena no lo echase todo por tierra.

Emilie lo soltó y se sentó en su regazo. Se recostó contra su pecho y lo escuchó hasta que se calló.

—Comprendo los riesgos —dijo ella—, pero creo que tomarás la decisión correcta. Si no te arriesgas, la pobre se tendrá que pasar toda la vida tras una máscara. Creo en ti, y rezaré por la señorita Tondeau.

Dieffenbach la abrazó y la besó.

—Te lo agradezco. Estoy tan contento de tenerte. ¡Te quiero! Ahora eres mi familia.

Emilie le devolvió el beso, y a continuación se levantó y lo miró a los ojos.

—Yo también te quiero, y espero que te alegres cuando nuestra familia aumente un poco más en otoño.

Dieffenbach se la quedó mirando. Y notó que sin querer se le iluminaba la cara.

—¿Estás encinta?

Ella asintió.

—Creo que sí.

Volvió a rodearla con los brazos como si quisiese estrujarla.

—¡Me alegro tantísimo! —susurró en su perfumado pelo.



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